Es bueno,
a veces, ponerse a reflexionar y pensar en lo que uno no tiene y , ¿por
qué no?, en lo que sí tiene. Es cierto que siempre pensamos en lo que no hay,
en lo que falta, en lo que está mal. ¿Por qué no prestarle la misma atención a
lo que sí hay, a lo que no nos falta, a lo que está bien?
Basta de
echar en cara malas actitudes, de reconocer solamente lo que el otro hizo mal,
o lo que uno mismo hizo mal. Reconozcamos aciertos, talentos, buenas
intenciones, cosas buenas. Aprendamos a valorar más lo que estuvo bien a lo que
estuvo mal.
Basta por
un día de pensar en lo que no tenemos, de quejarnos de lo que perdimos, nunca tuvimos o vamos a tener.
Tengo
ganas de valorar lo que sí tengo, valorar lo que todavía me queda, a pesar de
haber perdido algunas otras cosas.
Todavía
tengo gente que me entiende, gente que me quiere, me valora, y es la misma
gente a la que yo entiendo, quiero, respeto y valoro. Todavía puedo decir que
confío plenamente en alguien, que amo, que daría la vida entera por personas
que ni siquiera son de mi familia, pero que parecieran serlo. También me queda
la certeza de saber que esas personas son las mismas que van a estar conmigo toda
mi vida, porque yo así lo decidí y porque las elijo día a día. Es la misma
certeza de saber que me van a apoyar en todo lo que decida, porque creen en mí
(me arriesgaría a decir que incluso más de lo que yo misma creo en mí).
Podrán
faltarme muchas cosas, pero la verdad es que no creo necesitarlas realmente… quiero
decir, las cosas pasan, no todo perdura. ¿Y qué? Soy feliz igual.
Prefiero quedarme con lo que necesito
de verdad.