Darse uno
mismo. Brindar a la otra persona lo que apenas tenemos. Ser feliz con la
felicidad del otro, y apenas poder contener el llanto al ver el suyo. Tener el alivio
de saber que hay un piso sobre el cual caer, y una mano que nos ayude a
levantarnos. Percibir en alguien infinidad de cualidades que no pueden ser
apreciadas por los demás. Crear con alguien esa conexión que rompe las barreras
de lo que sea. Esa conexión que une dos almas. Esa misma conexión que nos lleva
a encontrarnos con el otro, con lo más profundo de su ser. Entregarse
plenamente a la otra persona. Saber amar al otro.
“Es muy
simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Antoin de Saint-Exupéry